sábado, 21 de abril de 2012

Manifiesto por la literatura (extraído de Revista H - Num. 3)


Ahé una jungla de papel, harta de ansia, honrada en humildad. Haé! ¿Dónde va el hado de hace eones?¿Hastiando de tanta hiniesta de tinta si vertir? ¡Que se nos muere el hálito que esbozamos! Que los tiempos de antaño se nos quedaron haraposos en el hangar. Que se nos queda como infante hiposo tras la mordedura del hipnal hipnotizante, letárgico, a su pesar, por padres malcriantes y ausentes criados. El hoyito que hurgaron en la caliza pared de la verdad las figuras de años ha se desmorona en negativa duplicidad. Está herida la hermosa divinidad, hundida esperando esperanzada el clamar de los cantos bacanales de nuestros dichos en dicha y dichosos palabrares.

Y yo lo sé, que no hace mas de un año que este cansado lisonjero e hito viajante haló de un cabo el halo de la sinceridad. ¡Ahó! Escuchadme. No dejemos que se hunda en el helor el ahínco de nuestro candor. Hendid la pluma en el fino alba para que brille sin pesar la clara luz de nuestras mentes que, no como sol cualquiera, débese hiñir. Hacendística es nuestra hechiceresca palabrería - no me toméis mal la majadería – que dan trabajo al henchimiento de los molinos de papel. Heroica en nuestro acabar (no tanto el trabajar ni el disfrutar por aquello de nuestra condición), la hervorizante heteromancia que descifra al vuelo el azar y hende su hacha, abriendo surco de azahar en las tintas pestilentes del duro malgastar. Que digan los que dicen que en agasajarse huelga humildad: eso para los Helenos de atrás o para aquel hierosolimitano de antié que tanto nos dio que hablar a unos y que alabar a otros. ¿No somos hulanos y menganos? Pues que vivamos como hurones en huras, hiatos o hendiduras hurtadas a la mismísima Hera. ¿Era así como rezaba?¿Cómo si no esperamos que se nos escuche tanto como al canto de las bacantes y de los impresentables que nos rodean? De alguna manera la atención habrá que alimentar.¡Evohé!¡Huiche! Husmear, que viene de husmo, es huso que sirve para hilar torciendo la hebra y devanando en él lo hilado: sigamos este concepto a ultranza. Husmeemos en los anales del arte y encontremos horra verdad, que como hucia os doy mi palabra - palabreja de costoso reemplazar - y así nada tenéis que perder. Que queden hojosos nuestros ojos en la hetría y letría del pasado, de nuevo a comenzar. Que no hemos perdido nada, solo debémoslo desocultar. Que sólo hay que hocicar a través del estiércol y ahí una huerta lista a cultivar, pues vasto el huelgo de los que nos precedieron con los tiempos de acá. Y así en una hoguera nocturna al son de la luna y su baile celestial, contámosnos bulas y bulerías e historias de las de pasar y creamos para el futuro un presente que recordar.

Pero ¡ojo! No os equivoquéis. Dirán las malas lenguas, hirmes en apalabrar a la envidia en libertad, que aquesta palabrería no es sino tontería. Dejémosles hablar, que sólo hablan y así no se ablanda el hiscal de esparto que constriñe la unidad de nuestra literatura. Para eso estamos los que estamos, para herrar y errar y con la hierra de nuestro candente hierro dejar en el presente un hoyo, holgado y a moldear. Que no vacilo en mi pensar, no huyo al hesitar, pero mucho menos aludo a los presentes y a los pasados. Puesto que la calidad es una hilanza de honda dificultad, lean lo que arriba escribí y no me llamen pretencioso, no soy bueno ni lo pretendo aparentar, pero sí ansioso por mejorar el status quo que nos deja esta nuestra sociedad. Y es a través de esta vacilante y huera calidad que resaltamos la gloria honrada de nuestros terminados antepasados. No por hacer se puede, y no por dejar de hacer, se pierde la ilusión. Que no tan orgullosos somos como aquí aparecemos, sino que queremos iluminar con nuestra ripiosa escritura el poder de la gloriosa literatura.